Me gustan las libélulas
porque no mueren en un día,
porque son transparentes,
porque andan siempre de a dos,
porque son torpes,
por su sonoridad,
porque vuelan en cualquier altura.
Pero por sobre todas las cosas
me gustan las libélulas,
porque sólo se dejan ver
unos instantes antes
de una imperiosa tormenta;
aunque no gocen de la prensa
de una grácil mariposa.